Instituto La Rábida

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Referente del saber en Huelva

La historia del Instituto de Enseñanza Secundaria "La Rábida" ha estado ligada desde siempre con la historia educativa de Huelva.

Creado en 1856 como Instituto de Segunda Enseñanza durante el reinado de Isabel II su papel educativo en la sociedad onubense fue y sigue siendo primordial. En su larga trayectoria podemos mencionar:

Dña. Antonia Arrobas y Pérez que fue la primera mujer matriculada oficialmente para realizar la Enseñanza Media en España (1871).

El instituto sirvió de real aposento en la visita que el Rey Alfonso XII hizo a nuestra ciudad en el año 1882.

Fue aquí donde se estableció la primera estación meteorológica de Huelva y su provincia. Dirigida por profesores del centro y a ellos se deben los primeros datos climáticos oficiales de los que se disponen en nuestra provincia y ciudad.

En este centro se fundaron en el siglo XIX las primeras escuelas para obreros o profesionales de Huelva.

Durante más de cien años ha sido la institución pública y laica que mejor ha vertebrado y cohesionado a la provincia de Huelva. Por sus aulas han pasado alumnos de la Sierra y el Condado, de la Costa y del Andévalo y de la Cuenca Minera. Y es un orgullo que muchos de los otros Institutos de la ciudad y de la provincia lleven nombres de sus antiguos alumnos y profesores.

La construcción del edificio no corre paralela a la creación del centro educativo, que se lleva a cabo por Real Orden de 13 de Junio del año 1856. Hay que esperar al año 1926 para que el arquitecto Pérez Carasa (1889-1962), comience a levantar en la Avd. Manuel Siurot el magnífico edificio que desde 1933 albergará este centro docente. Su estilo es difícil de enmarcar pues presenta rasgos de todos los estilos que por aquel entonces estaban de moda (historicismo, modernismo, neomudejarismo, neogoticismo,...) que hacen de su arquitectura algo personal. Lo que sí es identificativo es que El Instituto La Rábida de Huelva, diseñado y construido en una época en la que la funcionalidad de la arquitectura empieza a ser uno de sus signos de identidad, se muestra a los onubenses como máximo ejemplo de la obra de este singular arquitecto, que supo adecuar esta obra al entorno natural de la capital onubense pues el edificio se abre y eleva a la par que el cabezo en el que se asienta.